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ProfesorMario

Tema para 2do medio

El proceso liberal en Chile

 

 El proceso de independencia, la llegada de extranjeros, el viaje de chilenos al exterior, la difusión de la prensa y de la cultura influyen en la expansión del pensamiento liberal. A comienzo, la influencia se manifiesta en lo político y en lo doctrinario, estimulando las controversias religiosas -clericalismo y anticlericalismo-, que terminan por dividir a la sociedad. Sin desconocer la influencia inglesa en la difusión del liberalismo económico, particularmente a través de Valparaíso, la influencia del pensamiento liberal desde Francia, tanto en su vertiente laica como en la clerical, fue predominante. La doctrina liberal se plasmó en una forma de vida; sus postulados abarcaban aspectos políticos, económicos, sociales, educacionales,  culturales, etc.
            Como expresión de esa influencia, a partir de la Independencia hubo intentos por realizar una política educacional que tendiera a reemplazar el sistema cultural colonial por un sistema moderno. Dadas las circunstancias del momento, aparece un tipo de literatura, poesía, teatro y oratoria, de contenido e intención político social, que tiene su expresión en el denominado movimiento intelectual de 1842, que inaugura el desarrollo cultural republicano.
            En los primeros años de gobierno autónomo, no existía la tranquilidad necesaria para el desarrollo cultural. Con todo, prendió en el ánimo de gobernantes la idea de extenderla a todo el pueblo a fin de provocar la renovación social. Se creía en la bondad de la ley como agente modificador de las costumbres; en la eficacia de la educación en cuanto fijadora de hábitos. A este entendimiento obedecía la creación de la Biblioteca Nacional y el Instituto Nacional durante la Patria Vieja, y las disposiciones dictadas durante la administración de O’Higgins que mandaban el establecimiento de escuelas primarias a cargo de los cabildos, la manutención de escuelas de primeras letras por los conventos religiosos, la fundación del Liceo de La Serena, y otras medidas afines.
            El impulso más fuerte de renovación cultural surge a mediados del siglo XIX. Los pensadores veían miseria y atraso, situación que se proponen superar organizando a la sociedad conforme a la razón para alcanzar el progreso anhelado. Teniendo muy presente a autores ingleses y, sobre todo franceses, los jóvenes intelectuales chilenos se vuelcan a la literatura para exaltar lo nacional y orientar el anhelo de hacer la nación.
            En el desarrollo cultural de Chile jugó un papel muy importante Andrés Bello. Fue el hombre de más vasta cultura de su tiempo en América, de poderosa inteligencia, ejerció su benéfico magisterio por más de treinta años desde que llegara a Chile en 1929. Filósofo, gramático, tratadista de derecho, investigador de la historia literaria, fue, sobre todo, maestro de espíritu positivo que luchó por que Chile, sin cerrarse a las influencias foráneas, lograra un modo de ser propio y original.
            También contribuyen al movimiento intelectual los emigrados argentinos, Sarmiento, Alberdi, Mitre, López, Gutiérrez, Ocampo, llegados a Chile huyendo de la dictadura de Rozas. Sus críticas a los  intelectuales chilenos, achacándoles falta de espontaneidad y de espíritu creador, hirió el amor propio de muchos jóvenes que, desde la Sociedad Literaria, dirigida por Lastarria y con la participación de intelectuales  como  Sanfuentes, Tocornal, García Reyes y José Joaquín Vallejo, polemizaron acerca de temas literarios con aquellos, contribuyendo a que muchos jóvenes se iniciaran en la actividad intelectual. Animados de fuerte sentimiento nacionalista hicieron suya la tendencia romántica y echaron las bases del movimiento intelectual que inició el desarrollo cultural republicano.
            Complemento de la actividad literaria surgida, fue el desarrollo de la política educacional. En 1837, cumpliendo con el precepto constitucional de que la educación es una atención preferente del Estado, se creó el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública. Cinco años más tarde se crea la Universidad de Chile, que comienza a funcionar en 1843, reemplazando a laextinguida Universidad de San Felipe.
            A la inspiración de Bello y al empeño del presidente Manuel Montt se debió la creación de la Escuela Normal de Preceptores, para la formación de profesores de enseñanza básica, la que adquirió forma y eficiencia bajo la sabia dirección de Domingo Faustino Sarmiento.
            A fin de desarrollar la enseñanza técnica se crearon las Escuelas de Artes y Oficios y la Escuela de Arquitectura. Se favoreció la enseñanza artística con el establecimiento de la Academia de Arquitectura y Pintura y del Conservatorio Nacional de Música.
            Los estudios secundarios fueron igualmente atendidos. Se abrieron nuevos liceos en Rancagua, San Fernando, Valparaíso. El sabio polaco Ignacio Domeyko, llegado a Chile en 1831, contribuye a que el Liceo chileno tome la orientación que tuvo hasta muy recientemente, de formación humanística y cultura general, no de mera preparación para la enseñanza superior.
            Como expresión del liberalismo también se produce una liberalización de las instituciones. Una vez que el sistema portaleano de gobierno, por medio de las administraciones de Prieto, Bulnes y Montt, dio estabilidad y prosperidad al país, la aristocracia, influida por esa ideología e interesadas en controlar directamente el gobierno, trata de desplazar el poder desde el Ejecutivo al Congreso. La aristocracia, que había servido de soporte  a esos gobiernos, se divide después de la cuestión del sacristán (1856), dando origen a la formación de los partidos políticos (1857)
La distinción entre los conservadores y liberales, que hasta entonces había sido vaga, resulta desde ahora más precisa. Los conservadores serán identificados con el clericalismo, es decir con aquellos que defienden las prerrogativas de la Iglesia en la sociedad, postulando una especie de estado confesional. Los radicales, en cambio, postulan un estado laico y son profundamente anticlericales. Los liberales, por conveniencia política,  declaran ser ni clericales ni anticlericales, pero a la larga optan por la laicización de las instituciones. Como se puede apreciar, la política era una cuestión eminentemente doctrinaria, no una cuestión social y económica, como ahora, lo que estaba en discusión era determinar si la sociedad iba a ser laica o católica. En lo que coinciden todos los partidos, por lo menos mientras permanecen fuera del gobierno, es en su voluntad de debilitar al Ejecutivo, para  ellos  gobernar desde el Congreso. También todos son contestes de que las elites deben ser quienes gobiernen.
Para lograr el desplazamiento del poder desde el Ejecutivo al Congreso, se comienza a reinterpretar la constitución desde una perspectiva parlamentaria, y se la reforma a partir de esa misma óptica. Por ejemplo, hacia la década de 1870 se termina con la reelección del Presidente de la República y se elimina el requisito de renta para votar, exigiéndose únicamente tener la edad necesaria, 21 para los solteros y 25 para los casados, y ser alfabetos. Con esta medida se pretendía aumentar el número de electores, dificultando la intervención electoral del Presidente, que era una facultad extralegal muy importante en manos del Ejecutivo. Por otra parte, desde mediados del siglo XIX se introducen desde Francia algunas prácticas parlamentarias, como la de  interpelar a los ministros, para que respondan ante el Congreso acerca de su cometido. Además, se comienza a dar al ministro del interior el tratamiento de Premier, nomenclatura propia de los sistemas parlamentarios. A pesar de la tendencia a debilitar al ejecutivo, el Presidente de la República mantuvo su poder, incluso durante el período de los gobiernos liberales, en particular después de la guerra del Pacífico, gracias a que a partir de entonces el Estado pudo disponer de las cuantiosas rentas generadas por el salitre, que el Presidente pudo disponer para ampliar las obras públicas y la burocracia. En este sentido, a pesar de las reformas, presidentes liberales como Santa María y Balmaceda fueron tan autoritarios como sus predecesores conservadores. La situación recién cambia a partir de la Guerra civil de 1891.

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